Seguramente, si como predicador ha intentado ilustrar sus pláticas, ya habrá confrontado estas dos realidades: ilustraciones inadecuadas o las buenas pero que no tienen nada que ver con lo que se predica. Primero pensemos en un predicador que no puede encontrar las ilustraciones apropiadas. ¿Qué hace? Puede ser que decida no emplearlas en su sermón. Todos los domingos los escuchamos —¡sermones sin ilustraciones! Por ejemplo, este domingo pasado fui a una iglesia y escuché un buen sermón que el pastor
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